La inmensa complejidad del ser

No sé por que recórcholis, últimamente se me hace tan difícil escribir de mi. Será que me he vuelto la persona más aburrida sobre la faz de la tierra? Será que ya no tengo nada qué decir? No lo sé, pero me preocupa. Así que acá estoy, sentada frente a mi compu, a ver si mis dedos se inspiran más que mi cerebro y sale de acá algo interesante de leer, al menos para ustedes.

Desde la entrevista que me hicieran en ESCAPE, muchísima gente nueva visita mi blog, y ni qué decir de la cantidad casi astronómica de Serendipity Responde que tengo que hacer, así que mientras me ordeno para responder cada uno de sus mails, les dejo la dirección de mi blog anterior, donde van a encontrar muchos posts que seguro les va a interesar, así que hagan click acá, y van a encontrar un año y medio de posts personales y de moda.

En fin, el sábado me pasó algo medio raro. Resulta que estaba en el Club llendo de un lado a otro, estaba la verdad bien apurada porque era santo de mi señor padre y tenía que llevar unas cosas. Caminando caminando yo muy linda con mi pelo recién cepillado muy a lo Televisa San Angel (mi nuevo peinado favorito), regio, vi a un viejito muy muy viejito que caminaba a -1 por hora, con dos bastones, uno en cada mano, que caminaba con un gran esfuerzo, así que me ofrecí a ayudarlo. Caminábamos juntos entonces y el viejito me empezó a contar su historia. Que tenía 62 años (aunque creo que se equivocó y tenía 82, pero quien era yo para discutirle eso???), ques su primer hijo lo tuvo a los 14 años, que a los 30’s ya era abuelo (o sea, yo tengo 30 going on 31 y ni planes de matri se divisa a la vista), que a los 45 ya era bisabuelo y ahora a los 62 era tatarabuelo, y aunque al inicio no se acorbaba el nombre de su última tataranieta, él era un hombre muy felíz.

En el medio de nuestra hiperlenta caminata, el señor se encuentra con un amigo bastante más joven que él. Conversaron un ratito sobre natación, que si había jugado golf hoy y que si se iban al sauna más tarde. Yo paradota al lado de este viejito que si no podía ni caminar bien, no sé como le hacía de deportista, el amigo me miró de pies a cabeza y le dijo: Que bien acompañado te veo??? Yo, con cara de idiota me puse roja y el viejito le dijo que yo me habia ofrecido a acompañarlo hasta llegar a su familia. Y en que buena compañia te vas? Te felicito!!! Será que mi viejito era un viejo mañoso? No lo sé.

Seguimos caminando y él me repetía una y otra vez que era tatarabuelo, que su primer hijo lo tuvo a los 14, su primer nieto a los 30’s y que a los 45 ya era bisabuelo y ahora a sus 62 era un flamante tatarabuelo. Bueno, no dijo flamante pero eso lo digo yo, era un flamante tatarabuelo. Ya casi al final del camino, se encuentra con una señora -su hermana-, que me miró maaaaaaaaal de pies a cabeza. Será que yo era esta vez la mañosa que se aprovechaba de este viejito? Y es que digo, si el tío hace natación, juega golf y todo eso, pues podía caminar solito también, no?

No sé que pasó por la mente de la hermana, solo sé que no dejaba de mirarme con una expresión de lo más confundida y ahora, la confundida abusadora de mayores era yo. Es que la gente ya no cree en las almas de buena voluntad? El cinismo nos corrompe de tal manera que pensamos que todos queremos sacar provecho de todos?

Al final, cuando dejé al viejito con su hermana, no me sentí bien, no sentí «eeeeeh, ayudé a un viejito como cuando yo sea viejita quizá alguien me ayude a mi». No, todo lo contrario, sentí que habia metido mi cuchara donde no me llamaban y que encima, era una chibola (brincos diera) aprovechadora de viejitos tatarabuelos.