Como me quiero
Y así, un buen día, cumplí 47 años y entré en la menopausia. Y con ella, una búsqueda constante por entender porqué mi cuerpo cambió tanto. Si fue sólo la migración, el cambio en mi alimentación, mi nuevo ritmo de vida, los tres embarazos, las lactancias eternas, el clima, los alemanes, el pan o el vino de 2 euros.
Lo cierto es que una no llega a este momento de su vida por casualidad. Es mucho lo aprendido, las pequeñas y grandes batallas perdidas, y ganadas. Cuando miro atrás, ya no miro a la chica de hace 15 años, miro 20, 30 años atrás y por mi madre, cómo me hubiera gustado saber, entender lo que entiendo hoy. Quererme así como me quiero ahora.
Hoy hablaba con mi vecina (que se ha vuelto instructora de pilates y está en su propio proceso de re-hacer su cuerpo) y le decía, se me vienen las vacaciones y estoy en ese momento de mi vida que en que ya no le tengo tanto miedo a cómo me veré en los días de playa. Le contaba que yo fui de esas en sus tempranos 20’s no se permitía ponerse el bikini si pesaba más de 52 kilos. Clavados. Si eran 48, mejor. Siempre me exigí estar en una talla, con ciertas medidas y dentro de ciertos números que me aseguraban verme bien, y por ende, sentirme bien. Algo así como primero me veo, y luego me siento. Cómo me gustaría volver donde esa chica y cachetearla un poco. Decirle que no importan esos números, que no importa lo que piensen los demás. Pero luego recuerdo que gracias a ella estoy acá, y se me pasa.
Felizmente, no me quedé ahí. Creo que fui sanando entre mi hidrocefalia y ese nuevo amor por la vida, con el amor de mi esposo, con mis 3 hijos. Cuando me doy cuenta de lo que soy capaz, de lo fuerte que me siento. Todo ayuda a darle perspectiva a la vida y Dios sabe perfectamente cuál es el plan de siempre tuvo para mi.
Fui haciendo las paces conmigo, con mi cuerpo de madre, con mis nuevos pechos (más caídos), con mi nueva cintura (más cudrada) y ese nuevo vientre bajo que se declara como mi nuevo compañero de vida para romantizar la situación. Hay algo interesante en el cuerpo de una mujer con menopausia, un efecto sorpresa (de nada, 5 kilos más, gracias) mezclado con la sabiduría que te dan los años. Llegué a ese punto en que sí, me esfuerzo por ser mi mejor versión pero sin reproches, sin números auto impuestos ni presiones si no más bien, con una pequeña sensación de orgullo que oh por Dios, me va revelando una dosis sana de amor propio.
Pero creo que esa frase, hacer las paces contigo misma, no es algo que se logra de la noche a la mañana así como el amor propio y el wtf, no es, al menos no en mi caso, un destino a dónde quiero llegar, no es llegar ahí y ya, ahora todo me vale madres y que sea lo que tenga que ser. Si no que es algo que entreno todos los días en silencio y en voz alta, a sabiendas de que la mujer que fui me ha traído a ser la mujer que soy hoy. Que está bien no gustarle a los demás, que está bien cambiar, y que la Vanessa de antes no tiene ni idea de lo que se le viene, y de lo bien que va a estar.
Pero claro, le decía a mi vecina, en todo este camino de la menopausia y de soltar la mujer que fui y mis vidas pasadas, he llegado a un punto en que me quiero como me quiero, me quiero bien, me se fuerte, respeto a la mujer que soy (te dije que ahora vivo en Alemania, entre alemanes, que no hablo el idioma, que soy ama de casa, que tengo 3 hijos, que trato de emprender, hacer asesorías, talleres, guías de compras, crear contenido, escribir en el blog, llevar un grupo de oración con más de mil 200 mujeres, hacer deporte y comer sano? jajajaja, te lo dije?), te decía, respeto a la mujer que soy peeeeeeero, aún siento que me gustaría bajar 3 kilos (que el año pasado los logré bajar pero desde navidad -y ya estamos Junio- que me dan más vueltas que cuy en tómbola).
Y entonces, siento, pienso….¿y es que no he aprendido nada? ¿Sigo con la misma canción?Válgame el cielo…
Y luego me respondo con un NO categórico, que todo lo que hago hoy por mi, desde el deporte, comer sano, tener una vida activa y más, no viene del mismo lugar de donde venía el «si no peso 52 me da patatús». He ahí la diferencia querida mía. Estamos en otro momento de nuestras vidas. Esta vez, no viene desde el inconformismo, la inseguridad o la falta de amor propio. Al contrario, vienen de la paciencia, de esa sabiduría que llega con los años, con la información, entendiendo qué recórcholis está pasando con mi cuerpo y mis hormonas, por entender quién soy, del respeto, del querer estar más sana, más fuerte.
Todo ese esfuerzo consciente -que además quedará grabado en la retina de mis hijos que les enseño todos los días cómo van creciendo mis músculos jajajaja- viene con una dosis de pasu mare qué estoy orgullosa de mi. Es alucinante e inesperado, como quién finalmente vio la luz y lo entendió todo. He pasado del no reconocerme en el espejo al re-conocerme en el espejo. ¿Se entiende?
Hoy es sin prisa pero sin pausa, hoy es entendiendo que lo que haga no es por cómo ven los demás, si no por cómo me siento yo. Hoy sentirme y verme fuerte, hacer deporte, comer sano y sentirme feliz con lo que logro cada día es por mi, por mi futuro (y es que si miro 20 años atrás cómo no mirar 20 años hacia adelante!), y tiene un peso y un valor que no puedo cuantificar como antes.
Escribo esto porque las leo, porque las escucho, porque nos peleamos con nosotras mismas, porque muchas aún no se gustan en el espejo, se postergan y no se tratan, ni cuidan ni se visten con ropa que les encante simplemente porque no se permiten disfrutar de quiénes son ahora. Y hoy eres quién eres gracias a la mujer que fuiste. No lo olvides nunca, así que agradécele su camino, sus errores y victorias porque todo esto es parte de tu historia, y no te permitas que esta se te escape entre los dedos, que no se te vayan los días con pena por la mujer que fuiste sin disfrutar – con esfuerzo y valentía (Josué, 1:6-9 for ever) – de la persona que eres hoy.
Escribo esto porque, incluso el haber subido de tallas (hasta de talla de zapato!), a veces se siente como haber conquistado una montaña, y desde acá arriba, la vista es también muy bonita.
Y así es como hoy me quiero, con un amor más profundo, más sencillo, hasta me atrevería a decir….más maduro.